“Los bebés no recuerdan haber recibido
un
sostén adecuado,lo que recuerdan recibido
es la experiencia
traumática de no
haberlo
recibido”
Donald, Winnicott
Desde
la concepción se establece entre el hijo y la madre una relación única y
especial, lo que hace que el niño por nacer sea sensible a las menores
emociones de la madre, reaccionando ante sus diferentes estados anímicos.
Esta trama
vincular que se establece entre ambos, teñida de proyecciones, adjudicación de
roles, donde el hijo por nacer puede ser deseado, esperado, inesperado o
rechazado, le proveerá al nacer una historia imaginada no solo por su madre,
sino también por su padre, creando el espacio para recibirlo al momento del
nacimiento.
Este
comportamiento tanto del padre, como de la madre es fundamental para el
desarrollo del bebé en todos sus aspectos, emocional, intelectual y físico,
siendo la resultante de una serie de elementos que lo condicionan y que son
previos al embarazo, durante el mismo, en el parto y después del parto.
La interacción
producida desde el momento de la gestación se ve enriquecida, a partir del
nacimiento por el contacto piel a piel,
la mirada, la voz y el olfato; el contacto de la piel de la madre con la
del bebé desde los primeros momentos prepara al niño para un mejor desarrollo y
le permite mitigar la pérdida de la
experiencia de estar dentro del vientre de su madre, ya que el nacimiento
implica para el bebé recién nacido un estado de no integración emocional e
indiferenciación, y para ambos la ruptura de un equilibrio fusional que se
reorganizará en un futuro, pero que significa en estos momentos el fin de una
relación que comenzará a reestablecerse a través de la lactancia, reconstituyendo una nueva entidad fusional.
El mamar es una de las actividades más importantes para el
lactante, no solo es una experiencia en la cual el niño incorpora el alimento,
lo esencial de esta situación no estriba en una experiencia oral, sino en la
importancia de lo que sucede a su alrededor, como se lo sostiene, si se lo
escucha o se lo ignora.
El amor materno es sumamente importante, ya que en un
principio condiciona la experiencia de la mamada y posteriormente todas las
demás interacciones madre-hijo, que sentarán las bases de la ulterior capacidad
de relacionarse.
Esta
experiencia que se da gracias a la acción combinada de dos personas, a partir
de necesidades personales, permite la satisfacción emocional de ambos.
Esta nueva
situación que se establece por medio de la lactancia lleva al niño a un estado de extrema dependencia no solo
biológica, sino también afectiva.
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